La decadencia de la monarquía hispana y el espíritu religioso de la Contrarreforma contribuyeron a crear un ambiente de gran esplendor intelectual y cultural: el Siglo de Oro.
Este esplendor se produjo en un ambiente intelectual complejo, dominado por la religiosidad de la Contrarreforma y la literatura crítica de la decadencia, con su aguda reflexión sobre los males que agobiaban a la monarquía.
La arquitectura e imaginería barroca.
La arquitectura del S. XVII carece de las audacias del barroco italiano. La concepción de los edificios no se aparta del Renacimiento, afirmándose su barroquismo en una decoración que gana cada vez más en abundancia. Juan Gómez de Mora inició una leve compilación decorativa del siglo herreriano (Plaza Mayor, Alcázar Real en Madrid). También en Madrid, Alonso Carbonell concretó el modelo de edificio oficial de la corte, en un barroco más tardío y evolucionado (Palacio del Buen Retiro, Madrid). Alonso Cano realizó una obra plenamente barroca por el acentuado claroscuro y el juego de planos (fachada de la Catedral de Granada).
En el último tercio de siglo se desarrolló la obra de José de Churriguera, con el que se inició la disolución de las formas, que alcanzaría su esplendor en la primera mitad del S. XVIII.
En cuanto a la escultura, fue un periodo de máxima brillantez de la imaginería de madera policromada. Sus imágenes de retablos o de pasos procesionales, con su carga emotiva y su patetismo, conectaban a la perfección con la sensibilidad popular.
La imaginería española se desarrolló en dos áreas: Castilla, centrada fundamentalmente en Valladolid (Gregorio Fernández su figura más representativa) y Andalucía que tiene a su vez dos focos: Sevilla (Martínez Montañés) y Granada (Alonso Cano y Pedro de Mena).
También produjeron obras de carácter religioso pero, al igual que ocurrió en el resto de la Europa católica, las alternaron con otras de carácter secular y popular. Este es el caso de José Ribera, Zurbarán y sobre todo, Murillo. Entre todos ellos, destacó por su versatilidad y genialidad, Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV, que ha dejado algunas de las mejores obras de la pintura española. Su obra “Las meninas” ha sido considerada como precursora de las futuras tendencias de la pintura europea.
En la literatura de creación del barroco fue frecuente el tema del desengaño, de la caducidad de la vida y de la vanidad de las ilusiones terrenas. La muerte de Felipe IV suele tomarse como límite del llamado Siglo de Oro; desde esta fecha hasta finales del siglo, solo pervivió Calderón de la
Barca.
El siglo XVII fue también el de la gran revolución científica, que iniciada por Copérnico, tuvo representantes como Galileo y Newton. Fueron asimismo decisivas las concepciones de Francis Bacon, John Locke o René Descartes acerca del conocimiento, que enfatizaron el papel de la razón como vía de conocimiento verdadero.
Sin embargo, en la Monarquía Hispánica, el lugar central ocupado por la religión impidió que la vitalidad cultural alcanzase el ámbito científico. Algunos científicos, sobre todo médicos, fueron conscientes de la marginación española respecto de la nueva ciencia y de la necesidad de superarla.
Este esplendor se produjo en un ambiente intelectual complejo, dominado por la religiosidad de la Contrarreforma y la literatura crítica de la decadencia, con su aguda reflexión sobre los males que agobiaban a la monarquía.
La arquitectura e imaginería barroca.
La arquitectura del S. XVII carece de las audacias del barroco italiano. La concepción de los edificios no se aparta del Renacimiento, afirmándose su barroquismo en una decoración que gana cada vez más en abundancia. Juan Gómez de Mora inició una leve compilación decorativa del siglo herreriano (Plaza Mayor, Alcázar Real en Madrid). También en Madrid, Alonso Carbonell concretó el modelo de edificio oficial de la corte, en un barroco más tardío y evolucionado (Palacio del Buen Retiro, Madrid). Alonso Cano realizó una obra plenamente barroca por el acentuado claroscuro y el juego de planos (fachada de la Catedral de Granada).
En el último tercio de siglo se desarrolló la obra de José de Churriguera, con el que se inició la disolución de las formas, que alcanzaría su esplendor en la primera mitad del S. XVIII.
En cuanto a la escultura, fue un periodo de máxima brillantez de la imaginería de madera policromada. Sus imágenes de retablos o de pasos procesionales, con su carga emotiva y su patetismo, conectaban a la perfección con la sensibilidad popular.
La imaginería española se desarrolló en dos áreas: Castilla, centrada fundamentalmente en Valladolid (Gregorio Fernández su figura más representativa) y Andalucía que tiene a su vez dos focos: Sevilla (Martínez Montañés) y Granada (Alonso Cano y Pedro de Mena).
También produjeron obras de carácter religioso pero, al igual que ocurrió en el resto de la Europa católica, las alternaron con otras de carácter secular y popular. Este es el caso de José Ribera, Zurbarán y sobre todo, Murillo. Entre todos ellos, destacó por su versatilidad y genialidad, Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV, que ha dejado algunas de las mejores obras de la pintura española. Su obra “Las meninas” ha sido considerada como precursora de las futuras tendencias de la pintura europea.
El esplendor literario:
En el campo de la literatura sobresalió la obra maestra de Miguel de Cervantes “ Don Quijote de la Mancha”, un excelente fresco literario de las angustias y perplejidades humanas de aquel complicado siglo.
La literatura también se ocupó de temas que trascendían las preocupaciones religiosas, destacan, en este sentido: Lope de Vega o Tirso de Molina.
La poesía, tanto en su versión culterana (Góngora) como conceptista (Quevedo) embelleció una realidad poro halagüeña. Los autos sacramentales de Pedro Calderón de la Barca constituyen la mejor expresión literaria del clima de extrema religiosidad.
La literatura también se ocupó de temas que trascendían las preocupaciones religiosas, destacan, en este sentido: Lope de Vega o Tirso de Molina.
La poesía, tanto en su versión culterana (Góngora) como conceptista (Quevedo) embelleció una realidad poro halagüeña. Los autos sacramentales de Pedro Calderón de la Barca constituyen la mejor expresión literaria del clima de extrema religiosidad.
En la literatura de creación del barroco fue frecuente el tema del desengaño, de la caducidad de la vida y de la vanidad de las ilusiones terrenas. La muerte de Felipe IV suele tomarse como límite del llamado Siglo de Oro; desde esta fecha hasta finales del siglo, solo pervivió Calderón de la
Barca.
El siglo XVII fue también el de la gran revolución científica, que iniciada por Copérnico, tuvo representantes como Galileo y Newton. Fueron asimismo decisivas las concepciones de Francis Bacon, John Locke o René Descartes acerca del conocimiento, que enfatizaron el papel de la razón como vía de conocimiento verdadero.
Sin embargo, en la Monarquía Hispánica, el lugar central ocupado por la religión impidió que la vitalidad cultural alcanzase el ámbito científico. Algunos científicos, sobre todo médicos, fueron conscientes de la marginación española respecto de la nueva ciencia y de la necesidad de superarla.
Interesante aportación, Ana Isabel.
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